Con el tiempo, la piel acumula células muertas que se depositan sobre la superficie de la piel conllevando una sequedad epidérmica. La piel está compuesta de tres capas superpuestas, a saber la epidermis, la dermis y la hipodermis.

Para los cuidados de belleza, conviene ocuparse de la epidermis cuya función primera es la de frenar la evaporación del agua de las células. El agua aporta flexibilidad y turgencia a la piel, y la protege de forma natural. La renovación de las células se realiza todos los meses, eliminando las células muertas.

En cualquier caso, es frecuente que la capa se haga demasiado gruesa y por consiguiente, la piel presente un aspecto debilitado. Para ayudar a la piel a regenerarse y a recuperar su brillantes conviene exfoliarla.

La exfoliación física, un gesto natural

La versión física de la exfoliación consiste en utilizar cuidados específicos, como lociones, cremas o geles. Estos productos contienen gránulos o microperlas sintéticas o naturales que actúan sobre las pieles muertas para eliminarlas.

Cuidados-pielLa exfoliación se debe realizar todas las semanas o cada quince días para tener una piel sana. Conviene aplicar la crema sobre la cara frotando y realizando movimientos circulares en las zonas a tratar. Para la cara, hay que evitar el contorno de ojos donde la piel es más sensible. Después de la exfoliación, la aplicación de una crema hidratante es fundamental.

La exfoliación química para disolver las células muertas

La exfoliación química tiene por finalidad disolver las células muertas, dejando actuar el producto sin frotar. Se aplica en mascarilla y está compuesta de ácido salicílico o glicólico. Sin embargo, este tipo de exfoliación se desaconseja en pieles sensibles.

No obstante, se recomienda para las mujeres con 35 años y más cuya piel comienza a presentar los primeros signos de envejecimiento. También se aconseja a las personas que presentan una piel con acné, porque ayuda a regular el exceso de sebo.