Existe una teoría tradicional que habla de las 3 comidas al día, y otra que es más novedosa de solamente realizar 6 comidas diarias. Veamos qué es lo mejor para el organismo, así como las ventajas e inconvenientes en este tipo de dieta.

Existe una teoría según la cual habría que comer 6 pequeñas comidas al día en vez de 3, con el fin de aumentar el metabolismo, incrementar la termogénesis, y por lo tanto, perder peso. El hecho de tener menos hambre permite controlar el apetito. Existe también el argumento de la hipoglucemia, ya que con estas comidas frecuentes se puede evitar.

Con relación a la pérdida de peso, realmente sería eficaz, a condición de que estas 6 comidas contengan pocas calorías y sean sanas, y en este caso, el cuerpo no almacenaría la grasa y dispondría de energía a lo largo de todo el día.

La eliminación del excedente

Comiendo cada 3 horas, el organismo se sirve de la última comida como fuente de energía en vez de quemar sus reservas de grasa, puesto que esta energía está disponible a su alcance. Por lo tanto no hay razón para tener que sacar la energía de las reservas.

Alimentación sana

El cuerpo puede utilizar dos fuentes de energía: los glúcidos y las grasas, pero en presencia de ambas, se decanta por los glúcidos. Otro peligro es el de la dependencia. La especie humana ha conseguido llegar con el tiempo a su estado actual gracias a su capacidad para sobrevivir a la hambruna. Al picotear, pierde su capacidad a la hora de saltarse una comida, lo que provoca hipoglucemia, debilidad, y hambre puntual.

Por el contrario, con el modelo tradicional de las 3 comidas diarias, con un lapso de tiempo importante entre cada una de ellas, el organismo agota los glúcidos, y se ve forzado a sacar la energía de las grasas. Cuando este mecanismo de uso de las grasas como fuente de energía está establecido, se dispone de mayor energía, se duerme mejor, se pasa menos hambre, hay menos cambios de humor, y la persona se beneficia de una mayor claridad mental, y por supuesto, de un mejor dominio de su propio peso.

La razón está en que las grasas son una fuente de energía lenta, estable y duradera, contrariamente a los glúcidos que se queman rápido, de ahí el riesgo de sufrir una hipoglucemia. Quemar grasas desintoxica y neutraliza los ácidos acumulados por el estrés. Por desgracia, el hábito del picoteo nos hace perder la capacidad para quemar eficazmente las grasas, y estamos constantemente en modo de almacenamiento.

Quemar grasas a lo largo del día

Con un buen desayuno, una buena comida y una cena, sin nada entre medias, nos colocamos en modo ayuno natural, lo que facilita el metabolismo de las grasas. Esto supone comer auténticos platos saciantes, concretamente por la mañana y sobre todo a mediodía, puesto que se evita el hambre y la llamada del azúcar que sobreviene por la tarde.

Igualmente, es preferible que la comida de la noche se realice lo antes posible, puesto que cuando se duerme es cuando la magia se opera, a condición de no acostarse con el estómago lleno. Ciertamente esto está un poco lejos de nuestras normas culturales, pero se trata del secreto para la pérdida de peso sin realizar ningún régimen en particular, e igualmente para una mejor salud y mayor longevidad.

En resumen

Si seguimos un régimen con alto contenido de productos vegetales, es importante multiplicar el número de comidas a lo largo del día para no tener que vivir de las reservas, ya que a largo plazo, se pueden desarrollar problemas de salud. Al igual que el exceso de energía en el régimen clásico es nocivo, la falta de energía también lo es.

Con mayor cantidad de vegetales, no es de extrañar que se deban realizar de 5 a 6 comidas diarias. No hay ningún problema para la salud, dado que los vegetales son alimentos que se adaptan bien a nuestra fisiología humana.

Ciertamente, requieren poca energía para ser digeridos, por esta razón es necesario realizar un mayor número de comidas. Cuando las reservas de energía en forma de azúcar y de grasa están vacías, es importante volver a alimentarse, puesto que en caso contrario, serán las proteínas de los músculos las que sirvan de energía.

No cabe duda, el hambre es el mejor indicador. Por esta razón no conviene nunca hacer oídos sordos a la sensación de hambre cuando tenemos una fuerte tendencia a incluir productos vegetales en nuestro régimen alimenticio.