Veamos algunos consejos para tener un pelo bonito en todas las etapas de la vida.

A los treinta años

Si nos lavamos el pelo con mucha frecuencia, de manera cotidiana, es bueno utilizar un champú para lavados frecuentes, con el fin de no agredirlo demasiado. Para cabellos largos, un acondicionador para desenredar facilita el trabajo sin romper el pelo, y finalmente una mascarilla semanal en un pelo bien enjuagado y luego bien seco, le aporta un brillo muy especial.

Cuando cepillamos el pelo, después de cada lavado, el calor del secador puede dañar el cabello: se pueden limitar los daños tomando algunas precauciones. Más vale espaciar los lavados al menos cada 48 horas, antes de utilizar un secador, y secarlos bien con una toalla muy absorbente para quitar el máximo de humedad, y por lo tanto reducir el tiempo de secado.

El secador debe utilizarse a la temperatura menos caliente posible, y conviene mantenerlo al menos a una distancia de 15 cm del cuero cabelludo. También es posible proteger el pelo largo con productos adaptados para evitar que se sequen demasiado.

Si se utiliza un alisador, es mejor usar uno de cerámica, y limitar su uso lo que se pueda: una vez por semana permite evitar que se seque demasiado.

A los cuarenta años

El estrés en el trabajo, en casa, genera un cansancio que termina por debilitar el pelo. Al cabello conviene aplicarle con cierta frecuencia una loción antiedad. Una mascarilla antiedad cada semana ayuda a solucionar el problema.

A menudo, al pelo largo le falta vitalidad, y el peinado no termina de lucirse bien. Hay que dejar de lado el look «despeinado» de los 20 años, y adoptar un corte impecable y por lo tanto hacerse consciente de que el tiempo que se debe emplear para el cuidado capilar es mayor ahora. Si no queréis perder demasiado tiempo en peinar vuestro pelo, lo mejor es decantarse por un look más corto, que dinamice el estilo y dé volumen al pelo, sin tener que dedicarle mucho tiempo para cuidarlo bien.