Inconscientemente, las primeras cosas en las que pensamos para una boda son: el vestido, el lugar donde la fiesta va a celebrarse y la decoración. Existe otro criterio tan importante como estos citados, y que no conviene dejar pasar, se trata del color que va a dominar todo ese gran día.

La elección del color

Uno de los desafíos que se impone a una novia el día de su boda es que todos los invitados se vean subyugados por la presentación y la disposición del lugar de la fiesta cuando entren en la sala de recepción. Pero a veces ocurre que algunas parejas aceptan, sin hacerse preguntas, todos los tipos de decoración posibles.

Esto concierne a las flores, los servicios de mesa o las luces por ejemplo. Lo que no saben es que si no se imponen nuestros criterios, corremos el riego de quedar defraudados el gran día. La sala puede verse sobrecargada, y que no refleje nuestra personalidad, todo lo contrario de lo que se pretendía.

NoviasPor consiguiente, sería bueno que se confiara la decoración a un especialista. Sin embargo, esta persona debería ser alguien experimentado y que respete vuestros gustos. Es primordial que el color elegido se armonice con el vestido de la novia.

Consejos a la hora de elegir el color

Hay que tener en cuenta la estación en la que vais a celebrar la boda: En primavera, los colores ideales son los colores sinónimos de frescura y de tranquilidad. No obstante, si se celebra en otoño, el color mostaza y el color tierra son los más recomendados.

Sólo conviene utilizar dos tonos diferentes, garantizando que estos casen bien entre ellos. No es necesario que estos colores pertenezcan a la misma gama. Y además se debe determinar la hora en la que la fiesta tendrá lugar.

Efectivamente, ciertos colores resaltan mejor de noche, mientras que otros sólo se ven bien de día. En esta misma óptica, hay colores que se adaptan mejor a una fiesta al aire libre que a una celebración en un local cerrado.