El cepillo de dientes más conveniente

Debe ser suave, o medio suave, y estar provisto de un cabezal pequeño para llegar hasta las zonas más difíciles, los espacios interdentales, que es allí donde se alojan las bacterias. Es el uso el que determina que se cambie de cepillo de dientes. Si conserváis el cepillo más de cuatro meses, es que no lo utilizáis lo suficiente.

Cuidado, si las púas del cepillo se presentan muy desordenadas al cabo de diez días, es que lo estáis utilizando mal. Al presionar con demasiada fuerza, terminamos aplastando las púas, y dejamos de lavar los dientes. Sea cual sea el cepillo, es la punta de las púas la que debe realizar el trabajo de limpieza.

La elección del cepillo

No escojáis nunca un cepillo duro, o demasiado abrasivo. Además, un cepillado demasiado vigoroso tan sólo elimina las partes que están en relieve, y la idea de eficacia y limpieza se convierte en una ilusión.

En el mercado existen cepillos con cerdas de jabalí. Es una herejía, cuando además sabemos que estas púas son nocivas para los dientes y abrasivas para las encías, y que además acumulan bacterias porque son huecas.

Los fabricantes prefieren los cepillos de diseño, con mango ergonómico, y un cabezal de calidad. Si existe una articulación suave a nivel del cabezal, o entre el cabezal y el mango, se trata de un mal cepillo. El cabezal demasiado suave se deforma en el momento del cepillado. Para transmitir correctamente los movimientos de la mano, el mango del cepillo debe ser rígido.

Algunos cepillos son más desagradables de utilizar. El cepillado debe resultar confortable y agradable. En cualquier caso es una cuestión de gustos. Lo más importante es utilizar correctamente cualquier cepillo de dientes, el que más os convenga, o el que más os guste, o menos os moleste. En todo caso, a veces es bueno ir cambiando de modelos.