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A todo el mundo le obsesiona tener una figura estilizada y eliminar todo lo que sobra.Definitivamente, los kilos de más, no están de moda.

Pero no solo la estética tiene mucho que ver en ese pensamiento. La salud cada día gana más terreno a la belleza como motivación para perder peso. Y no es un error.

Las noticias no hacen más que advertirnos acerca del progresivo aumento de obesidad en nuestra sociedad, y lo que es peor, mucho más significativa es la presencia de este hecho entre los niños y jóvenes.

El primer paso

Comenzar nunca fue sencillo, pero continuar con kilos de más es un camino sin retorno.

En primer lugar, hay que analizarse a sí mismo, y determinar lo que nos sobra y cuanto queremos perder. Nada tiene que ver perder 50 kilos con perder 5 kilos.

dieta-sanaSin embargo, el denominador común en ambos casos es la voluntad y la disciplina. Al contrario que en otras publicaciones, aquí no haremos apología de las dietas milagro, ni nada parecido.

La clave de todo está en tres palabras: proteinas, hidratos y grasas. Un equilibrio correcto entre estos tres elementos, será definitivo a la hora de mantener vuestro cuerpo en línea.

Sobre las grasas hay que saber que, aunque necesarias, no es buena idea una presencia constante en las comidas, por lo que trataremos de reducir su cantidad.

Sobre los hidratos, son aquellos elementos que aportan energía a nuestro cuerpo. Pero cuidado, un exceso de hidratos no eliminados hace que éstos se transformen en grasa, por lo que trataremos de ingerirlos en su justa medida.

Las proteinas por su parte, serán el elemento estrella. No contiene elementos adiposos, y ayuda a reparar tejidos.

En este sentido en el mundo anglosajón la rutina queda de la siguiente manera: un desayuno muy fuerte para empezar el día, una comida de cantidad media y una cena muy ligera.

Pues ese es, precisamente el esquema que debemos adoptar para llevar una alimentación equilibrada.

Un desayuno fuerte donde incluyamos una mayor cantidad de hidratos, como por ejemplo el pan de molde, la miel, o los copos de avena; una pequeña presencia de grasas, por ejemplo una cucharada de mermelada y algo de proteína, aunque no obligatoriamente.

En la comida empezaremos a invertir los elementos. Las grasas desaparecen para dar paso a las proteínas en primer lugar, y algo de hidratos. Las pechugas de pollo, los filetes ternera, el pescado, pueden ser algunas de las opciones.

En cuanto a los hidratos, los reduciremos a un puñado de arroz o legumbres. Siempre en cantidades restringidas.

Finalmente, al llegar la noche, se hace necesaria la presencia casi exclusiva de las proteínas. Un pescado a la plancha o un filete de pavo pueden ser la opción más asequible.

Hay que tener en cuenta que, el día termina y al ir a dormir, el gasto energético es mínimo, por lo que hay que evitar acostarse hinchados.

El desayuno es, precisamente para empezar fuerte el día y tener las suficientes reservas de energía para aguantar.