El sol nos da un aspecto impecable, pero tiene una serie de riesgos, sobre todo en la fabricación de la melanina, esa substancia que pigmenta la epidermis. Para aceptar esta melanina, la piel está obligada a aumentar considerablemente su espesor, lo que ralentiza su ritmo de descamación natural, haciéndola más rugosa.

El peeling

La piel muerta en superficie impide la oxigenación de la epidermis, y ralentiza su renovación. Sólo la presencia de células funcionales puede engendrar una regeneración rápida de la epidermis.

Pero para que este mecanismo se ponga en marcha, es necesario desprenderse de las células muertas secas en superficie, puesto que si no ningún tratamiento externo hidratante podrá ser eficaz. El peeling con ácidos de frutas se impone antes de cualquier tratamiento de rehidratación.

Completándolo con una cura de ácidos grasos esenciales, la piel volverá a recuperar su elasticidad.

El acné

El sol es un amigo con doble cara para las pieles sensibles al acné. El problema se puede agravar, puesto que la piel se puede inflamar si olvidamos nuestro tratamiento habitual. Si vuestra piel se inflama y ya no soportáis ningún tipo de cosmético, es necesario rehidratarla con suavidad y en tres tiempos: limpieza, peeling, hidratación.

Cabello fragilizado

Al igual que la piel, el pelo se debe proteger del sol que agrede la cutícula, y la capa externa. El sol seca el pelo, y las escamas se fragilizan y terminan abriéndose. Entonces, la cutícula dañada deja de cumplir su función de protección, y los rayos UV atacan el córtex, el corazón del pelo.

El agua que contiene de forma natural se evapora, la queratina pierde sus proteínas y los pigmentos de melanina se alteran. Es bueno lavar el pelo con suavidad y algún acondicionador específico. Estas dos soluciones rápidas pueden combatir la deshidratación del pelo.