El término cetogénico hace referencia a los cuerpos cetónicos, que se producen cuando el cuerpo se ve privado de glúcidos. Cuando el cuerpo no puede utilizar los glúcidos como principal fuente de energía, degrada las grasas para crear compuestos que puedan llegar hasta el cerebro.

En la dieta cetogénica, la ratio de lípidos en comparación con las proteínas y los glúcidos combinados es de 4 x 1. Dicho de otra forma, de 75 a 80% de la energía consumida debe proceder de los lípidos, de 15 a 20% de las proteínas, y por consiguiente, poco espacio se le concede a la energía procedente de los glúcidos, menos de un 10%. Lo recomendable en cuanto al reparto energético es que del 45 al 65% total sea en forma de glucidos, del 20 al 30% en forma de lípidos, y del 10 al 30% en forma de proteínas.

Alimentación y dieta cetogénica

De forma más precisa, conviene excluir de la alimentación casi todas las frutas y varias verduras, por ejemplo la patata, la batata, el maíz, los guisantes, los calabacines, etcétera. Igualmente se deben eliminar los productos a base de cereales, las legumbres, los azúcares añadidos, y consumir en pequeñas cantidades únicamente productos lácteos.

Proteínas

Por consiguiente, la alimentación cetogénica pone el acento en los alimentos grasos como la mantequilla, el aceite, la nata, la leche de coco, las nueces, y el aguacate para ofrecer más energía. Igualmente incluye carne, ave, pescado, bacon y charcutería.

Adoptando la dieta cetogénica, conviene hacer un sacrificio en el ámbito de la variedad alimenticia, y de esta forma se cae en la categoría de las dietas restrictivas.

La dieta cetogénica, algo conocido

Varias dietas populares del pasado y también presentes son dietas cetogénicas. Seguramente alguna vez hemos oído hablar de la dieta Atkins, o de la dieta Dukan. Los nombres cambian, pero la fórmula es la misma.

Actualmente, la dieta cetogénica está muy de moda por su fuerte impacto en la pérdida de peso. Según la literatura actual, como para cualquier dieta, una pérdida de peso considerable es posible a corto plazo, es decir entre los tres y seis primeros meses. Esto se explica por varios mecanismos de adaptación del organismo a los cuerpos cetónicos.

Por una parte habría un aumento del metabolismo de base, es decir de la energía mínima necesaria al cuerpo para mantener sus funciones vitales, y esto en relación con la transformación forzada de los ácidos grasos y de los triglicéridos en cuerpos cetónicos. El desgaste energético del cuerpo aumenta, y por tanto es más fácil perder peso a corto plazo.

Varios investigadores explican de hecho que la pérdida de peso sería más bien atribuible a una pérdida de agua y no tanto a un aumento del metabolismo de base. Además, se ha observado un segundo mecanismo, el aumento de los cuerpos cetónicos en el organismo crea una reducción en la sensación de hambre y una pérdida del apetito.

Resultados a largo plazo

Los estudios actuales dicen que la pérdida de peso sería como máximo de 2 kilos, tras 12 a 24 meses en función de cuándo se empezó del régimen. Estos resultados se explican por una parte por la falta de seguimiento a largo plazo. En efecto, este régimen es muy restrictivo en términos de elección alimenticia, y se convierte en algo difícil de seguir. Antes de comenzar un régimen, poco importa el que sea, conviene plantearse una pregunta, ¿te gustaría seguir esta alimentación durante los próximos 30 años o más?

A pesar de que la dieta cetogénica se utiliza para ciertas patologías, concretamente en los casos de epilepsia, adoptar este tipo de alimentación conlleva resultados poco visibles a medio plazo para los objetivos de pérdida de peso, y para la salud en general.

En conclusión

La filosofía de volver a una alimentación más natural y con menos azúcares es una buena idea. Por el contrario, cualquier exceso alimenticio es normalmente poco sostenible a largo plazo. Los nutricionistas se decantan más bien por una alimentación variada para un éxito duradero.