De forma natural, las mujeres tienen tendencia a almacenar los kilos de más a nivel de los glúteos, contrariamente a los hombres que los almacenan en el vientre. Se trata de una cuestión genética que lleva a las mujeres a querer adelgazar en esta parte tan sobresaliente del cuerpo.

Las grasas almacenadas en los glúteos son reservas destinadas a mantener la energía en el momento en el que el organismo tiene más necesidad. Pero las personas sedentarias, hoy en día, no necesitan tantas reservas puesto que se considera ante todo como una molestia estética.

Para conseguir reducir el volumen de los glúteos el primer medio más eficaz es el de respetar algunas reglas nutricionales. Se trata por tanto de forzar al cuerpo a quemar las reservas de energía que se encuentran en esta parte del cuerpo.

No tomar féculas por la noche

Las féculas como la pasta, los garbanzos o el arroz negro son azúcares lentos. Una vez absorbidos por el organismo se transforman en triglicéridos para formar reservas de grasas en las células. Cuando el cuerpo necesita energía, estas calorías acumuladas son quemadas.

Culo de mujer

Las féculas producen la mitad de las calorías necesarias para el día. Por lo general, el organismo necesita entre 800 y 1000 calorías en la comida, y entre 500 y 800 en la cena. Por eso si tomamos una cena copiosa con una difusión lenta de energía, las calorías ingeridas van directamente a las reservas de grasas, por eso no es aconsejable comer féculas por la noche.

Para ilustrar este ejemplo, una porción de patata cocida tiene entre 75 y 121 calorías en 100 gramos, hay 15,8 gramos de glúcidos que serán difundidos lentamente para transformarse en triglicéridos. La noche por lo general está hecha para dormir, y esta cantidad de glúcidos se almacenará y formará la grasa a nivel de los glúteos.

Reducir el consumo de productos lácteos

La mayoría de los productos lácteos son ricos en grasas, aparte de aquellos productos desnatados como el queso blanco 0%. La mantequilla, la nata, la leche entera y el queso contienen ácidos grasos saturados, que son malas grasas.

Estas grasas se depositan almacenándose en los vasos sanguíneos y bloquean el paso de la sangre, lo que provoca enfermedades coronarias, sobrepeso y obesidad. Para evitar la acumulación de grasas a nivel de los glúteos, conviene reducir el consumo de productos lácteos.

100 gramos de mantequilla equivalen a 745 calorías, es decir 25 gramos corresponden a más de 186 calorías. Sabiendo que las necesidades calóricas totales de una mujer al día están entre las 1100 y las 1600 calorías, comer mantequilla aumenta las reservas a nivel de los glúteos.

También conviene saber que la leche contiene un azúcar llamado lactosa. Este glúcido es una de las fuentes de la intolerancia a los productos lácteos. 100 gramos de leche entera o de queso blanco 0% contienen cerca de 5 gramos de lactosa, igualmente comer un producto lácteo corresponde a mezclar la grasa con el azúcar.

Cambiar las malas grasas por omega 3

Las grasas son indispensables para el metabolismo, pero hay buenas y malas grasas. Las malas grasas tienen tendencia a acumularse en el cuerpo, mientras que las buenas son catalizadas para el funcionamiento del organismo.

Una buena tasa de Omega 3 ayuda a combatir la hipercolesterolemía y reduce la tasa de triglicéridos. Los triglicéridos son grandes moléculas de grasa que se almacenan en las células. Al eliminar los triglicéridos, se combate el almacenamiento de grasas.

Sabiendo que para las mujeres, los glúteos son una reserva de grasas, consumir Omega 3 permite reducir esta reserva, a condición de que se consuman de forma equilibrada.

¿Cómo cambiar las malas grasas por Omega 3?

El principio es sencillo, basta con reemplazar los ingredientes utilizados en la cocina por aquellos que contienen Omega 3. Pongamos el ejemplo del régimen paleolítico que invita al consumo de oleaginosos como las almendras y las nueces, y optar por el consumo de pescado graso como las sardinas en aceite que tantos beneficios aportan en el régimen mediterráneo.

Las mejores fuentes de Omega 3 son los pescados grasos como la sardina, la caballa, la anchoa, el salmón, etcétera. También las encontramos en el aceite de lino, de colza, de oliva virgen de primera presión en frío, en los granos de lino, de chia, etcétera.