La sopa tradicional contiene generalmente verdura. Las fibras contenidas en las verduras no sólo limitan la absorción de las grasas y del colesterol, sino que aumentan la sensación de saciedad.

Para disminuir las ganas de comer entre horas y combatir los kilos superfluos, no hay nada mejor que un plato de sopa en el momento en que se siente hambre. Mejor todavía, servida como entrada, sacia rápidamente. Si la sopa no hace adelgazar en sí misma, permite limitar la ingesta de alimentos durante el resto de la comida.

Agua y verduras

El otro interés de la sopa de verduras, cuando se cuida la línea, es que aporta pocas calorías (de 90 a 150 kcal de media para un bol de 300 ml) con relación a la gran cantidad consumida.

Perder-pesoLas verduras y el agua, que componen principalmente la sopa, son efecto alimentos con débil densidad calórica. Ocupan un amplio volumen del plato y del estómago, y tardan más tiempo en ser digeridos. Sacian mejor y durante más tiempo que lo que harían otros alimentos más calóricos.

Aporte en micronutrientes indispensables

Otra ventaja de la sopa: ingerir verduras que aportan los micronutrientes importantes e indispensables para evitar cualquier deficiencia en vitaminas y minerales a la hora de hacer un régimen.

La sopa (o puré) tiene su sitio en un régimen alimenticio cuando se pretende controlar el peso.

Una comida equilibrada

Los nutricionistas recomiendan comer sopa de tres a cuatro veces como mínimo a la semana, incluso a diario. Lo esencial es variar los sabores e innovar para no aburrirse.

Hoy en día, se puede encontrar un abanico amplio de recetas para la confección de diferentes tipos de sopas, desde las más clásicas a las más exóticas. Sin embargo, para que la sopa sea un buen aliado para perder peso, se debe tener cuidado a la hora de su preparación y en la forma de comerla.

La sopa como entrada: un bol de puré de verduras (puerros, nabos, zanahorias, calabacín, coliflor, apio, cebolla, tomate, col, brócoli, espinacas, calabaza), seguido de un plato de féculas y de proteínas (pescado, huevo, carne). Y terminar con un lácteo y una fruta de temporada.

La sopa como plato principal: una sopa compuesta de verduras, de una fécula (patata, lentejas, garbanzos, fideos, quinoa…) y una fuente de proteínas (jamón, salmón…). Luego se debe terminar con un lácteo y una pieza de fruta.

En cualquier caso se debe evitar el queso y aromatizar con especias para limitar el consumo de sal, ya que retiene líquidos y limita la pérdida de peso. Una sopa bien equilibrada puede convertirse en un plato completo, con un mínimo de calorías y con todos los nutrientes necesarios para mantener la salud del organismo, al tiempo que se pierde peso.